LA COLMENA DE CRISTAL
Un moldeado magistral comanda la ejecución de una trama de silenciosa eficacia donde hasta el acto más sencillo parece investido de un sentido siniestro. Los detalles que se registran no son los que constituyen una pista; se acumulan a menudo otros pormenores que tienen una relación directa o indirecta con la historia del arte. Ese tejido asombroso y perfecto tiene menos la función de confundir al lector que el de incentivar la percepción. Con sutil ingenio, P.M. Hubbard se va aproximando a esa invisible y expectante deidad que es el objeto mismo del deseo: la frágil colmena de cristal
Un moldeado magistral comanda la ejecución de una trama de silenciosa eficacia donde hasta el acto más sencillo parece investido de un sentido siniestro. Los detalles que se registran no son los que constituyen una pista; se acumulan a menudo otros pormenores que tienen una relación directa o indirecta con la historia del arte. Ese tejido asombroso y perfecto tiene menos la función de confundir al lector que el de incentivar la percepción. Con sutil ingenio, P.M. Hubbard se va aproximando a esa invisible y expectante deidad que es el objeto mismo del deseo: la frágil colmena de cristal